Freud comenta que, en un diálogo publicado en un semanario humorístico de Múnich, un hombre se quejaba del carácter de las mujeres, que las convierte en complicadas y difíciles, y que su interlocutor le responde: «Sí, pero es lo mejor que tenemos en ese tipo de cosas». Freud utiliza el comentario para afirmar, a continuación, que, para formar psicoanalistas, lo mejor que tenemos son los médicos.
Lo que el personaje del semanario decía de las mujeres podría también decirse de los hombres, y lo que Freud decía de los médicos podría decirse de muchas otras cosas. Si bien es cierto que el psicoanálisis es una empresa cuyas dificultadesexigen un insospechado esfuerzo, y que trascurre perturbada por inevitables momentos de malestar en el paciente y en su psicoanalista, es lo mejor que tenemos para lograr lo que con él intentamos.
Pero ¿qué es lo que intentamos? ¿De qué tipo de cosas se ocupa el psicoanálisis? Podemos preguntarnos también: ¿para qué sirve el tratamiento psicoanalítico? Y ¿cómo podemos disminuir los disgustos que el proceso ocasiona? Estas dos últimas preguntas, que han merecido la atención del psicoanálisis desde sus mismos albores y que, dada su índole, han permanecido siempre abiertas hacia nuevas indagaciones, iniciaron el camino que condujo a escribir este libro.