Cuando no pregunto, lo hace el abuelo, como hoy.
–¿No quieres saber qué va a venir después?
–¿Después de qué?
–De perder la memoria.
Me lo dice andando como si nada, mirando hacia delante, tan tranquilo. Intento hacer como él, tomármelo bien y esperar a que siga. Pero no puedo.
–¿Tú quieres saberlo?
–No del todo. Pero lo sé. Los médicos te lo cuentan todo, en especial lo que no quieres saber. –Al decir eso sí que se para y me mira–. Después de la memoria, me perderé yo.
Tengo la boca llena y masticaría eternamente para no tener que decir nada nunca más.
–Primero será la memoria, después yo.
–¡Yo no te lo he preguntado!
Echo a correr y lo dejo allí plantado, como un árbol. Que sea un árbol, que sea una calle, que sea lo que quiera, pero que sea. O que se vaya ahora mismo. Que no vuelva, que olvide el camino de casa, con la cabeza y con el corazón, y que no venga. Yo no le he hecho ninguna pregunta