Elegidos para la gloria, posiblemente el libro más importante de Tom Wolfe, nos ofrece el resultado de seis años de tarea apasionante: investigar en qué había consistido realmente la carrera espacial y quiénes eran realmente sus más directos protagonistas: los astronautas. Los astronautas procedían del mundo de los pilotos de pruebas, un mundo que fomentaba imágenes míticas, muy distintas a las del pasivo robot que deseaban los técnicos y burócratas del Programa Mercury. El piloto de pruebas, el capitán total de su nave, era el que tenía, por antonomasia, Lo Que Hay Que Tener: no sólo valor, sino también una mezcla de destreza, orgullo y lacónico humor, bajo las más terribles y continuas presiones. Su simbolismo era aún el del vaquero fanfarrón. Pero en la maquinaria del mundo futuro, en el cerebro multiforme de la Máquina, no hay sitio ya para el vaquero fanfarrón: el ideal es el autómata. Y a la condición de autómatas y de conejillos de Indias quieren reducir a los bravos vaqueros. Este libro nos narra su lucha por conservar la dignidad humana. Y nos explica también las incidencias del gigantesco combate singular publicitario en que se convierte la llamada «carrera espacial» y lo mucho que influyeron en el pueblo norteamericano los repetidos fracasos iniciales de su programa (los nuestros siempre fallan) y la eficiencia implacable del soviético. Y también nos habla de la gigantesca maquinaria publicitario-informativa, que inicia paralelamente su tarea con los astronautas, que necesita héroes y símbolos; imágenes míticas que fabrica y prefabrica, convirtiendo en fichas a los seres humanos. Pero aun así, y aunque en las fauces del monstruo publicitario no sólo caigan los astronautas sino también sus familiares directos, este mecanismo del sistema aporta a sus víctimas algo muy importante: poder. Frente al tecnócrata anónimo y al funcionario de la ciencia, el astronauta es un héroe individualizado; su apoyo puede significar mucho para un político en unas elecciones, o convertirse él mismo en aspirante, como el muy reciente caso de John Glenn (uno de los protagonistas de este libro); su vida toda se convierte en información valiosa; su imagen, en la mejor publicidad. Todo esto y muchas cosas más nos cuenta Tom Wolfe en este libro, en el que, a través de un estilo ágil e irónico y una prosa simple y directa, hace resplandecer su característica menos imitable: su extraordinario talento. No cabe duda de que Lo Que Hay Que Tener se convertirá —parecidamente a La canción del verdugo, de Mailer, y A sangre fría, de Capote— en uno de los clásicos mayores de la literatura norteamericana contemporánea.