Mi esposa desnuda, sus miembros largos, su cansado cuerpo de mujer, esa extraña sonrisa de jabalí que el sexo le pone en la boca, su boca en el pecho blando de Ricky, sus labios jugueteando en su abdomen hinchado como una fruta (y su lengua que se desliza), y los ojos del hombre se entornan, y su propia boca se cierra púdicamente, porque Berta está arrodillada ante él y le rinde tributo, con lengua y labios, a lo que ambos convinieron en llamar su hombría.