¿Cómo es posible que un mundo que se cree científico haya podido olvidar los problemas de la mitad de la población —sin atender, por ejemplo, a la relación del ciclo menstrual con las enfermedades autoinmunes, cuando hace treinta años sí lo relacionaba— y por el contrario haya medicalizado casi todas las etapas naturales de la vida de las mujeres?