En este símbolo, sin embargo, nos llama la atención la interpenetración de los contrarios. Esto le confiere un carácter dinámico. Los seis vértices dan idea de proyección, de ruptura a través del recipiente. Toda la figura es angular y carece de la redonda suavidad de su oponente oriental. Este concepto de interacción de los contrarios subyace al principio de cambio y progreso. No hay que sorprenderse, por tanto, de que la historia del pensamiento occidental tenga sus orígenes en la tradición grecojudaica de conflicto.
Todavía es posible representar de muchos otros modos la interacción dinámica de fuerzas contrarias. Cuanto más énfasis pongamos en el concepto de fuerza y menos en el de estructura, más abierto será el símbolo.
En la figura 5 aparecen dos contrarios que también pueden ser interpretados como luz y oscuridad, cielo y tierra, principio masculino y principio femenino o mente y cuerpo. La superposición de dos fuerzas es una idea tomada de la obra de Reich y constituye una interpretación aún más dinámica que el símbolo judío ya que la interpenetración ha sido reemplazada por la interacción en movimiento. Sin embargo, a pesar de ser más dinámica, carece del sentido de límite o superficie que suele atribuirse al yo.