Su padre siempre le había dicho que el pasado adiestra para el devenir, pero en ningún caso uno puede vivir en él, pues se convierte en una losa. No obstante tampoco en el futuro, pues al final este solo es niebla en los ojos. La felicidad se instalaba en un camino estrecho, entre evitar pensar demasiado en el mañana y no recordar demasiado el ayer. Bastaba, según su padre, con disfrutar lo pequeño e inmediato.