Un día decidí hacerme parte del camino por el que transito, en el que somos millones de historias, fugaces o imperecederas, infinitos caminos, cursos y desenlaces. Así nació “Un ángel para mi abuela” relatos que son el resultado de mirar a los ojos, escuchar, contemplar, recoger e imaginar vidas. Comprendí que todos provenimos de un vientre, lugar común que es la tierra, la madre y su descendencia, pero que desde que salimos de él, su rumbo es único y comienza nuestro tránsito. Puede ser construir, detenerse, rehacer, ponernos vendas, arrastrar limitaciones y miedos. Sortear obstáculos o simplemente abandonarnos, hasta que un día algo nos aparta del cauce y dejamos de ser. Entonces regresamos a un vientre, al de la tierra.