Quizás el método más eficaz de provocar la intervención práctica del subconsciente sea por el sistema de las imágenes mentales, es decir, el empleo de la imaginación. Mediante la imaginación, se perfecciona la imagen de la cosa o situación que deseamos tal y como se produciría en la realidad. Habitualmente nos referiremos a esto con el término de “visualización’’.
Sin embargo, la mayor parte de las manifestaciones se producen como consecuencia de la propia confianza de poder lograr algo. Es merced a esta creencia o fe y a sus extraños poderes que se producen los milagros para los cuales no hay, al parecer, ninguna explicación posible. Me refiero a las creencias profundamente arraigadas, a la convicción firme y positiva que penetra en cada fibra de vuestro ser, a eso que se llama “creer con alma y vida”. A esa convicción, puedes llamarla como quieras: fase emocional, energía espiritual, vibración eléctrica, etcétera; pero esa y no otra es la facultad que produce tan extraordinarios resultados, la que pone en marcha la ley de la atracción y la que permite la correlación del pensamiento con el objetivo. Esta convicción altera el ritmo mental, o sea, la frecuencia de vibración del pensamiento y, al igual que un magneto gigante, impulsa a actuar a las energías subconscientes, cambia nuestra aura personal y afecta todo cuanto nos rodea... e incluso a las personas y objetos que se hallan a grandes distancias. Esta magia de creer atrae sobre nuestra influencia de acción personal hechos sorprendentes, muchos de los cuales ni en sueños podrían parecernos posibles.