Dignos de ser humanos

Lo fascinante es que la mayoría de los guardianes del experimento de la prisión de Stanford no cedieron a las presiones de actuar con mano dura. Dos tercios no participaron en los juegos sádicos y un tercio no dejó de mostrarse amable con los prisioneros, para gran frustración de Zimbardo y su equipo de investigadores. Uno de los guardianes renunció incluso la víspera del experimento, porque no estaba de acuerdo con las instrucciones.

Y, por último, mi regla más importante.
Si hay algo que he querido hacer con este libro es atribuirle un nuevo significado a la palabra «realismo». El hecho de que el término «realista» se haya convertido en sinónimo de «cínico» (alguien con una imagen negativa del ser humano) dice mucho de nuestra sociedad.
Pero lo cierto es que son los cínicos quienes viven en un universo que solo existe en su cabeza. En el mundo real vivimos en el planeta A, donde las personas tienen una profunda inclinación hacia el bien.
Por tanto: sé realista. Sal del armario. Déjate llevar por tu naturaleza y ofrece a los demás el regalo de la confianza. No te avergüences por tu generosidad y haz el bien a plena luz del día. Al principio puede que se burlen de ti y te llamen ingenuo. Pero recuerda que la ingenuidad de hoy puede ser el sentido común de mañana.
Es el momento de cambiar nuestra imagen del ser humano. Es el momento de un nuevo realismo.

Haidt descubrió que la gente suele sorprenderse gratamente o sentirse conmovida cuando presencia actos sencillos de bondad. Cuando el psicólogo les preguntó a sus sujetos qué había significado para ellos la experiencia de presenciar ese tipo de actos, le contestaban que sentían un impulso irreprimible de ayudar a alguien.

Cada buen acto es como tirar una piedra en un lago: las ondas que provoca al caer se propagan hasta muchos metros de distancia. «La mayoría de las veces», comenta uno de los investigadores, «no vemos que nuestros actos de generosidad se propagan a través de nuestros contactos sociales y pueden tener influencia en la vida de decenas, tal vez centenares de personas.»23

Lo malo es que esa actitud de falsa modestia funciona como un nocebo. Si te camuflas tras una máscara de egoísmo, lo que haces es reforzar la imagen cínica que tienen los demás del ser humano. Es más, si ocultas el bien, lo pones en cuarentena. No sirves de ejemplo para los demás, cuando el secreto del Homo cachorrito es precisamente que nos plagiamos unos a otros continuamente.
Pero que nadie me malinterprete: inspirar es algo muy distinto que presumir. Hacer el bien con orgullo no significa que tengas que darte golpes en el pecho.

valor. Quien tiene ese tipo de gestos con su enemigo corre el riesgo de ser objeto de burlas. Dirán que eres un buenista o que quieres exhibirte.

Para ofrecer una mano solo hace falta una cosa:

Cada cierto tiempo aparece en internet un vídeo de alguien que, henchido de orgullo, le da una tarascada a un nazi. Pero, en la práctica, el efecto es contraproducente. De la misma forma que los bombardeos en Oriente Medio son un regalo para los terroristas, linchar a un nazi es un regalo para los extremistas. Lo único que hace es confirmar su imagen del mundo y facilitar el reclutamiento de nuevos extremistas.

VIII. No linches a un nazi (tiéndele la mano a tu enemigo)

Mi recomendación es leer artículos de fondo en el periódico del fin de semana y evitar los boletines diarios, quedar con gente de carne y hueso en vez de mirar una pantalla y pensar bien qué información te metes en la cabeza, de la misma forma que piensas bien en la comida que te metes en el cuerpo.