Meditaciones

8. El principio rector es aquello que despierta y se mueve por sí mismo, cambia como quiere y hace que aparezca todo de la manera que desea.

17. No vivas como si fueras a hacerlo durante mil años aún.

Y cuán insignificante es todo aquello por lo que se esforzaban, y cuánto más filosófico es comportarse en cualquier asunto con justicia y moderación, y seguir lo que dispongan los dioses con sencillez. Pues la soberbia de quienes se jactan de no ser soberbios es la peor de todas.

Expulsa hacia fuera el juicio y te habrás salvado. ¿Quién te impide expulsarlo?

Si no es pertinente, no lo hagas. Y si no es verdad, no lo digas.

Qué ridículo y extraño resulta el que se admira siquiera de algo de lo que se produce en esta existencia.

Nos avergonzamos más de nuestros vecinos, de qué cosas piensan acerca de nosotros, que de nosotros mismos.

Si entonces, cuando salgas de escena, abandonando todas las otras cosas, honras solo a tu principio rector y a lo divino que hay en ti177, si no temes tener que dejar de vivir alguna vez sino, más bien, no comenzar nunca vivir según la naturaleza, entonces serás un hombre digno del universo que te ha generado y dejarás de ser un extranjero en tu propia patria que se asombra, como si fuera algo inesperado, de las cosas que ocurren cada día y que depende siempre de esto y aquello.

Todas aquellas cosas que deseas conseguir a través de rodeos las puedes tener ya si no te las niegas a ti mismo. Esto es, si abandonas todo tu pasado, encomiendas el futuro a la providencia y te diriges solo al presente con vistas a la santidad y la justicia. La santidad, para que ames lo que te ha asignado el destino, pues la naturaleza te trajo esto para ti y a ti a esto. La justicia, para que libremente y sin enredos digas la verdad y actúes según la ley y según el valor de las cosas. Y que no te obstaculicen ni maldades ajenas ni juicios ni palabras, ni sensaciones de esta carne desdichada, pues ya verá la parte que sufra.

«No existen los ladrones de la capacidad de elección».