Meditaciones

8. El principio rector es aquello que despierta y se mueve por sí mismo, cambia como quiere y hace que aparezca todo de la manera que desea.

17. No vivas como si fueras a hacerlo durante mil años aún.

Cuando hayas hecho el bien y otro haya recibido el bien ¿por qué buscar aún, como los necios, una tercera cosa? ¿Es que deseas que se sepa que has hecho el bien o que te toque algo a cambio?

En esto consiste la perfección del carácter: en que cada día lo pases como si fuera el último, sin agitación, sin sopor, sin fingimiento.

No, más bien conviene considerar qué tipo de alma tuvo y si ha podido contentarse con mostrarse justo hacia los hombres y piadoso hacia los dioses, sin indignarse nunca por la maldad ni someterse a la servidumbre de la ignorancia ajena, ni recibir cualquier cosa como algo extraño al universo o sufrirla como intolerable, ni entregar jamás su intelecto a sufrir conjuntamente las pasiones de la carne.

El arte de la vida es más parecido a la palestra que a la danza, según se desprende de que siempre hay que estar preparado para recibir golpes imprevistos y resistir sin caerse.

Excava dentro de ti. Dentro está la fuente del bien y siempre puede fluir si siempre continúas excavando.

Pues, entendiendo esto, le compadecerás, no te admirarás ni te encolerizarás. Ciertamente, o tú mismo compartes la misma concepción del bien y del mal que aquel, o albergas otra parecida. De modo que te será fácil perdonarlo. Y si no tiene la misma concepción de los bienes y los males, fácilmente te mostrarás benévolo hacia quien no puede mirar correctamente las cosas.
27. No pienses en las cosas que no están como si estuvieran, sino cuenta con las más favorables de las presentes y, en virtud de estas, imagina cómo las buscarías si no estuvieran ahí106. Sin embargo, guárdate de no habituarte a estimarlas sobremanera, de modo que si no estuvieran realmente ahí te quedases en gran turbación.
28. Recógete en ti mismo. El principio rector posee una naturaleza tal que se basta a sí mismo cuando hace las cosas justas y, al hacerlas, encuentra en ellas su paz.
29. Líbrate de las figuraciones mentales. Detén el movimiento de títere con que te mueven tus pasiones. Delimita el presente de tu tiempo. Conoce lo que te sucede a ti y al otro. Divide y separa el objeto de su causa y su materia. Piensa en tu última hora. Deja el error ajeno allí donde el error apareció.
30. Mide juntamente el pensamiento con las palabras, sumerge el intelecto en lo que ocurre y lo que lo causa.
31. Alégrate brillante en tu sencillez, en el pudor que tienes hacia ti mismo y en la indiferencia por lo que está entre la virtud y la maldad. Ama al género humano. Sigue al dios. Dice aquel107 que «todo está sujeto a la ley, pero realmente solo existen los elementos». Basta recordar que todo está sujeto a la ley y eso es muy poca cosa.
32. Sobre la muerte: o dispersión, si somos átomos, o, si somos unidad, apagamiento y transposición.
33. Sobre el dolor108: lo que es insoportable, extingue. Lo crónico es soportable. Y la inteligencia conserva su propia tranquilidad al preservarse de forma separada, mientras su principio directivo no se vuelve peor. Las partes empeoradas por el sufrimiento, si pueden, que lo manifiesten.
34. Sobre la fama: observa, según la mentalidad de las personas, cuáles y de qué tipo son las cosas de las que huyen y cuáles las que persiguen. Y que, como ocurre con las dunas que se acumulan unas sobre otras y ocultan las anteriores, de la misma manera, en la vida, las cosas que han pasado antes son rápidamente cubiertas por las que vienen después.

Sobre la fama: observa, según la mentalidad de las personas, cuáles y

No pienses en las cosas que no están como si estuvieran, sino cuenta con las más favorables de las presentes y, en virtud de estas, imagina cómo las buscarías si no estuvieran ahí106. Sin embargo, guárdate de no habituarte a estimarlas sobremanera, de modo que si no estuvieran realmente ahí te quedases en gran turbación.