Confiamos en nuestra mente, e imaginamos que se portará bien, pero no lo hace. No podemos presuponer que pensaremos lo que pretendemos pensar, y no siempre hacemos lo que nos decimos. Podríamos creer que somos nuestros pensamientos y sentimientos, pero nuestros pensamientos y sentimientos son objetos del mundo, como las mesas y los espejos. En cualquier momento quizá tengamos que negociar con ellos.