Cuentos de la Niña de Agua

Hubo un Ahuizote… mientras las personas creyeron en él.

Tu habilidad no está en repetir lo que ya todos saben que te pasó, sino en encontrar las historias de los otros. Las que llevan dentro. ¡Concéntrate! Tienes ese don.

A la niña le preocupaba no tener control sobre su don y que le hicieran daño las emociones de los demás. De pronto, percibió un suspiro que chocó en su rostro, pero no había nadie. Sin embargo, el suspiro insistió, tocando esta vez su oreja, y eso le recordó a la voz que viajaba en el viento. Entonces, miró a su alrededor para buscarla.

De cómo viajó por el mundo, convertida en agua. Flotando en el aire, como lluvia. Fluyendo en la tierra, igual que un río. Y percibiendo el sentir de los seres vivientes a través del vaho de sus alientos

¿Quieres descubrir el mundo entero? —le preguntó la voz en ese momento.

—Sí. Pero es muy grande —respondió la niña.

—Entonces, que tu aprendizaje sea de poco en poco. Desde hoy serás como el aliento de cada ser y crearás un vínculo con ellos, sintiendo sus sentimientos. Serás tú quien contestará sus preguntas y responderás por ellos

Mientras tanto, los padres de Tláhui lloraban porque ella no despertaba. Y el abuelo hizo traer a la casa a un viejo chamán, que llegó en seguida y dijo:

—El espíritu de la niña abandonó su cuerpo. Deberán cuidar su sueño y esperar su regreso.

Tláhui descubrió que era el ajolote quien hablaba y acercó su oreja hacia él. Entonces, le oyó decir:

—Los hombres saben cómo hacer cosas. Pero lo que no saben, es el porqué de las cosas. Yo te hablaré de ellas.

Papá, ¿crees que si los ajolotes hablaran, podrían contestar mis preguntas?

—No sé —dijo su papá.

La niña lo había cansado porque le hacía demasiadas preguntas y ya se había quedado sin respuestas. Sin embargo, con el deseo de ayudarla, el animal impregnó las aguas con su preocupación y las aguas también se conmovieron.

—Somos campesinos, hija. Recuérdalo siempre. No puedes ser otra cosa.