Para institucionalizar del sistema político y centrifugar el poder, se apostó por profesionalizar las fuerzas armadas y aglutinar las fuerzas sociales, por ejemplo, con la CROM, que fungía como aliada del Gobierno contra sus dos más grandes enemigos: el Imperialismo y la Iglesia, la cual era considerada como una institución que enajenaba las conciencias mexicanas a favor de un líder extranjero, el papa.