Tenía a mi tío Paco, hermano de mi madre, que además de tío, y todo el mundo lo sabía, era la oveja negra de la familia. Será que hacía lo que quería, como desaparecer por semanas sin que nadie supiera su paradero, o decir lo que pensaba, como que el presidente de la república era un cabrón, mientras todos lo callaban y le hacían ¡shhhh! en las comidas de los domingos. Y la verdad no sé por qué lo callaban, a las comidas de los domingos no iba nadie que trabajara con el presidente, ni otro cualquiera que pudiera irle con el chisme. El tío Paco era la debilidad (así decían todos) de mi madre, su único hermano. Antropólogo, medio poeta, medio subversivo, medio loco (¡completo!) y medio raro. Y cuando digo medio raro no es que lo diga yo, lo decía la tía Pili, que era fresa-fresa, y ponía a todo volumen canciones de Rocío Durcal y de Raphael, cuando al tío lo que le gustaba eran los Rolling Stones y The Who.