«Esto es una novela. Nada de lo que en ella se cuenta, ha sucedido. Pero como me es imposible permanecer indiferente ante la lectura diaria de los periódicos, mi historia acaba tomando a la fuerza los caminos de lo real. Al fin y al cabo, todo ocurre en la realidad. Y el horror, en la realidad, supera, y con mucho, cualquier ficción imaginable. En cuanto a Marsella, mi ciudad, siempre a medio camino entre la tragedia y la luz, se hace eco de lo que nos amenaza», escribió Izzo.
Todo llega a su final, y puede que los malos sólo tengan su merecido en las viejas películas de Hollywood. Resulta difícil afrontar la realidad, la náusea que provoca es demasiado intensa. Bajo su falso fulgor se esconde una podredumbre que amenaza todo aquello que queremos, aun lo más inocente. Nada ni nadie se salva de ella. ¿Ni siquiera el detective Fabio Montale?
El brillante punto final a una trilogía que redefinió el curso de la novela negra.