Lo que me asombra, lo que nunca ha cejado de asombrarme durante décadas, no es en el fondo ni la sumisión de unos ni las ansias de poder de otros, sino que colectivamente se haya elegido y se siga escogiendo, una y otra vez, formas de gobierno tan onerosas y contraproducentes desde un punto de vista humano, económico u organizacional. En breve, es el irreductible absurdo contenido en las formas de gobierno de los individuos más que el poder o la sumisión, la autoridad o la rebeldía, la dominación o la resistencia, la eficacia o la injusticia, lo que subyace a la pregunta y al lugar imaginario inicial y liminar de esta indagación