Magôkoro

He podido comprobar que duele más el daño que hemos infligido que el que nos han hecho, a no ser que sufras uno de los tres grandes venenos del alma: la ignorancia, el odio o la avaricia.

A pesar de esta certeza, quizás la pregunta sería esta: ¿cómo evitarte el dolor? Kumiko me diría, el dolor es necesario, es la brújula imprescindible; el dolor es el mapa, Osamu. Sin dolor estamos perdidos.
De acuerdo. Entonces, ¿cómo defenderte del sufrimiento? El sufrimiento es la permanencia voluntaria del dolor. Se elige. ¿Cómo enseñarte a no elegirlo?

El límite es claro, somos parte de un todo. Pero somos parte.

Todo el mundo tiene que aprender lo mismo. La lección de la vida es universal. La gran cuestión, Haru, es la consciencia. Saber. Y comprender lo que sabemos. Y asumirlo. Cada uno tiene que ser su juez. Quien busca la aprobación de los demás vive con un intruso dentro de sí mismo.

Muchas veces he creído, lo creo, que solo traemos hijos al mundo las personas que no hemos aprendido suficiente de los padres. Porque no hemos tenido la oportunidad o porque la hemos malgastado.

Hay elementos que nacen para buscarse y encontrarse. ¿Es eso lo que ocurre con los hijos y los padres? ¿Teníamos que conocernos, Haru? ¿Qué tenemos que aprender el uno del otro?

Los recuerdos son como una cuesta abajo. Empiezas a recorrerla y encuentras de todo al paso. Los olvidos, en cambio, son como rincones sucios y oscuros. Sabes que están ahí pero no hallas el momento para darles luz.

El silencio que albergamos dentro se proyecta en el orden que provocamos fuera.

–El pensamiento es una herramienta que tenemos que utilizar con responsabilidad. Lo que ha ocurrido es que tenías la mente ocupada y no estabas atento a lo que hacías.

El pensamiento es un ejercicio útil de la mente.