Panza de burro

Yo soñaba con curarle la tristeza a Isora, quería ser su perro y ella mi santa con heridas en las rodillas.

Virgen de Candelaria, la más bonita, la más morena

abuelo la amarraba con una soga por la cintura y la botaba y aprendías a nadar por necesidad, que es como mejor se aprende a hacer las cosas

Ella pensaba que la vida solo era una vez y que había que probar un fisquito siempre que se pudiese.

Me fui hasta las casas rurales chascando la hoja como sin enterarme, esa semana todo lo que hacía era como si lo hiciera otra persona desde dentro de mi cuerpo

Abuela salió de la cocina con la cafetera en la mano, salió asustada de sentirme hablar así. Yo también me quedé asustada de mi propia voz.

cuando nosotras dos no éramos amigas, tampoco, como tampoco lo éramos entonces.

Como cuando no existía Isora y yo tampoco existía, como

de mi cabeza asintiendo y mi boca cerrándose.

Me di cuenta de que Isora estaba en otro lugar, un sitio del que yo no alcanzaba a ver ni el principio y por un momento tuve miedo, miedo de que se diera cuenta de mi inocencia, de que se cansara