Panza de burro

Yo soñaba con curarle la tristeza a Isora, quería ser su perro y ella mi santa con heridas en las rodillas.

Me fui hasta las casas rurales chascando la hoja como sin enterarme, esa semana todo lo que hacía era como si lo hiciera otra persona desde dentro de mi cuerpo

Abuela salió de la cocina con la cafetera en la mano, salió asustada de sentirme hablar así. Yo también me quedé asustada de mi propia voz.

cuando nosotras dos no éramos amigas, tampoco, como tampoco lo éramos entonces.

Como cuando no existía Isora y yo tampoco existía, como

de mi cabeza asintiendo y mi boca cerrándose.

Me di cuenta de que Isora estaba en otro lugar, un sitio del que yo no alcanzaba a ver ni el principio y por un momento tuve miedo, miedo de que se diera cuenta de mi inocencia, de que se cansara

pero dentro de mi cuerpo, una tristeza como de imitación, dos tristezas duplicadas, la marca falsa de una tristeza, esa era yo, porque yo no tenía razones por las que estar triste pero me las inventaba.

me ponía triste porque pensaba que yo no tenía tristeza propia, que mi tristeza era la de ella

Yo soñaba con curarle la tristeza a Isora, quería ser su perro y ella mi santa con heridas en las rodillas.