Ya puedes ir vestido con grandes teorías y adornado con grandes consejos para otros que, de repente, te encuentras vacío, perdido, con todo por reaprender, que es infinitamente más complicado que aprender.
Volver a equivocarte acercándote a la persona no adecuada, dejar que entren en tu vida para que vuelvan a robarte un poco de ti, volver a saber quién es quién, diferenciar el que de verdad te tiende la mano del que lleva la manzana envenenada, el que se merece un sitio a tu lado o el que es mejor que se mantenga lejos.
Volver a reír y a ponerte el mundo por montera, pasar de ver de color de rosa a ver toda la escala de grises. Volver a tener ilusiones y a luchar por ellas, volver a tener energía para afrontar los nuevos retos y a pintarte cada día —o intentarlo— la mejor de las sonrisas.
Volver a escuchar la voz que llevas dentro, a quererte un poco más, a caer y a levantarte todas las veces que haga falta.