La novela de la Revolución mexicana es uno de los referentes, no sólo de la literatura mexicana del siglo XX, sino también de la cultura nacional. No hay recopilación que no incluya un texto de Mariano Azuela, u obra historiográfica o historia de la literatura que no mencione la importancia de Martín Luis Guzmán en la narrativa de este periodo. Contamos, incluso, con una antología que hasta la fecha es considerada como el canon literario de este género: «La novela de la Revolución mexicana» de Antonio Castro Leal. Pocos trabajos, sin embargo, se detienen a reflexionar en torno a algo trascendental para su comprensión: el significado del marbete «novela de la Revolución mexicana».
Una de las primeras cuestiones que se notan al leer la antología de Castro Leal es la multiplicidad de formas narrativas que se engloban en un mismo nombre. Bajo este marbete se encuentran cuentos, crónicas, estampas, viñetas, biografías, novelas, y dentro de las novelas se hallan las de tema proletario, las rurales, las urbanas, etcétera. Parecería que la etiqueta novela de la Revolución no se define desde una configuración genérica formal sino temática, es decir, desde la Revolución mexicana como tema. Sin embargo, cuestionarse la importancia de la Revolución mexicana como tema literario ya no resulta tan productivo como hace algunas décadas; detenerse a reflexionar cuándo y por qué surge este movimiento literario es imprescindible.
Como verá el lector, la novela de la Revolución mexicana es más que un grupo de obras que retratan la realidad de la más reciente guerra civil, un símbolo cultural en el apogeo del nacionalismo, el antes y el después de la literatura mexicana del siglo XX, o una página más en los anales de las historias literarias. La novela de la Revolución es el resultado de una simbiosis cultural, artística y editorial que encontró cabida en un momento histórico específico.