Leo se echó a reír y cuando terminó dijo que los hombres necesitaban ser admirados. Ángel era un buen tipo, pero desde que los brasileños lo habían echado de la corporación no tenía trabajo, ni dinero, ni ningún futuro próximo. Su mérito consistía en vivir solo en un apartamento. Pero los hombres somos niños puestos eternamente a prueba y precisamos de los aplausos, afirmó, y yo era una mujer inteligente que, al igual que Margarita, acabaría por aburrirme si Ángel no hacía algo para impedirlo. Y visto que él también era inteligente, pues lo que estaba haciendo era conquistar mi admiración, inventar artificios para ser absoluta y definitivamente mi príncipe azul.