«Fausto» es sin duda una de las obras fundamentales y más originales de la historia de la literatura. Y quizá su universalidad resida en el hecho de que el lector, cualquier lector, no puede menos que reconocerse en su personaje central, en la parte más negativa, en los defectos o «pecados» de su protagonista, Fausto: en su desmesura, su soberbia, su egoísmo y su angustia existencial. Pues, en efecto, Fausto es un héroe negativo que simboliza la eterna insatisfacción del hombre, sobre todo del hombre moderno, un hombre mucho más complejo que el medieval o el antiguo y que ya no se basta con logros y comodidades materiales. Fausto es un hombre torturado por ansias nunca satisfechas de un no sé qué, un hombre que se pasa la vida corriendo en pos de nuevas metas que nunca terminan de llenarle… Fausto simboliza todo lo que somos: el hombre entero.