La expectativa por viajar lejos de casa, la fantasía durante los días previos, la ropa que va a usar, el peinado que se hará o la personalidad que tendrá durante esas vacaciones, esa fiesta, o esa cita –ser simpática, no hacer conjeturas antes de tiempo, relajarse– y al final, el golpe seco, jurídico, de la realidad. Ser culpable de ser siempre ella misma a pesar de usar su mejor ropa o haber recorrido kilómetros.