En realidad, Guillén se encontraba, en ese momento, marcando los teléfonos de varios viejos amigos. Le urgía encontrar “algo importante” en su vida. Para entonces ya tenía apalabradas dos citas para jugar al dominó y una para tomar café con una antigua condiscípula. Era el primer domingo, en mucho tiempo, que no iría al cine a quedarse dormido.