Si el descarnamiento fue uno de los peligros que acechaban a la sociología durkheimiana, Mauss la protegió con igual éxito contra otro peligro: el automatismo. Muy a menudo, después de Durkheim —y hasta en algunos que se creían exentos de su influencia doctrinal— la sociología apareció como el producto de una «razzia» apresuradamente hecha a expensas de la historia, de la psicología, de la lingüística, de la economía, del derecho, y de la etnografía. A los frutos de este «pillaje» la sociología se conformó con agregarle sus recetas: ante cualquier problema que se presentara se tenía la seguridad de dar una solución «sociológica» prefabricada.