«Él es marqués. Vive en un castillo que heredó de sus antepasados, aislado del mundo, encerrado entre sus frías paredes, huyendo de los rumores que lo acusan de haber cometido un crimen atroz.
Yo soy Micaela, y soy la panadera. Hace poco que me he instalado en este bonito pueblo costero, donde me he montado una panadería chulísima. Me va bastante bien, porque mi pan es tradicional, el mejor de la zona, nada de masa congelada.
¿Y qué pueden tener en común un marqués y una panadera?
Aparentemente, nada.
A menos que sea yo misma la que reparta el pan a domicilio cada mañana en mi vieja furgoneta y que el castillo se encuentre en mi lista de clientes. Y que una mañana me colara en él para que me firmaran un recibo y de esta forma, un tanto brusca, hubiera conocido al famoso marqués.
Tal vez, a pesar de nuestros mundos distintos, tengamos más en común de lo que nos podríamos llegar a imaginar.»