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Stefan Zweig

Momentos estelares de la humanidad

  • Paola Landerohas quotedlast year
    alguien realmente sabio debe aprender que la verdadera dignidad de la vejez y de su vida es la resignación
  • Jovani González Hernándezhas quoted4 years ago
    Los millones de hombres que conforman un pueblo son necesarios para que nazca un solo genio. Igualmente han de transcurrir millones de horas inútiles antes de que se produzca un momento estelar de la humanidad.
  • Lilián Carrascohas quoted4 years ago
    El no actuar oculta siempre una cobardía del alma.
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    Y la melodía, cada vez más dócil, obedece a ese compás machacón, jubiloso, que es el latido de todo un pueblo
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    A toda prisa sigue escribiendo, ahora ya transportado, ahora ya arrastrado por la fuerza que alienta en él. Y todo se agolpa de una vez. Todos los sentimientos que en ese momento se han desatado. Todas las palabras que ha escuchado en la calle, durante el banquete. El odio a los tiranos. La angustia por la tierra natal. La confianza en la victoria. El amor a la libertad. Rouget no necesita improvisar ni inventar, sólo rimar, conferir el ritmo arrebatador de su melodía a las palabras que hoy, en ese día único, han pasado de boca en boca. Y con ello habrá expresado todo, habrá reproducido y cantado todo lo que la nación siente en lo más hondo de su alma. Y no necesita componer, pues a través de las persianas cerradas llega hasta él el ritmo de la calle, del momento. Esa cadencia de provocación y desafío que se encuentra en el paso marcial de los soldados, en el son de las trompetas, en el estruendo de los cañones.
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    También Rouget, que acaba de trepar por las escaleras hasta su modesto cuartucho del número 126 de la Grande Rue, se siente extrañamente emocionado. No ha olvidado su promesa de intentar escribir un himno bélico para el ejército del Rin. Inquieto, camina de un lado a otro por su estrecha habitación. ¿Por dónde empezar? ¿Por dónde empezar? Aún vibra en su cabeza el caos de los enardecidos llamamientos de las proclamas, de los discursos, de los brindis. «Aux armes, citoyens!... Marchons, enfants de la liberté!... Écrasons la tyrannie!... L’étendard de la guerre est déployé!...» Pero recuerda también otras palabras que ha escuchado al pasar. Las voces de las mujeres, que tiemblan por sus hijos. La preocupación de los campesinos porque los campos de Francia puedan ser pisoteados y abonados con sangre por las cohortes extranjeras. Medio inconsciente, escribe las dos primeras líneas, que no son más que un eco, una reverberación que reproduce esos gritos.
    Allons, enfants de la patrie,
    Le jour de gloire est arrivé!
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    En la plaza principal les espera el burgomaestre Dietrich, el cuerpo envuelto en la banda tricolor, con la escarapela en el sombrero que agita en señal de saludo en dirección a los soldados. El toque de los clarines y el redoble de los tambores reclaman silencio. A viva voz, Dietrich lee en francés y alemán el texto de la declaración de guerra en ésa y en todas las demás plazas de la ciudad. Tras sus últimas palabras, los músicos del regimiento entonan el primer canto de guerra, provisional, de la Revolución. El Ça ira. En el fondo se trata de una melodía de baile picante, insolente, satírica, aunque el atronador avance de las tropas le dé un aire marcial.
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    Como todo artista verdadero y riguroso, Händel no alababa sus propias obras. Pero amaba una, El Mesías. Amaba esa obra por gratitud, porque le había salvado de la propia sima, porque con ella él mismo se había redimido. Se representó en Londres año tras año, y siempre todos los ingresos, quinientas libras cada vez, se destinaron a la mejora de hospitales. Del que se había curado, a los necesitados. Del que había sido liberado, a aquellos que aún estaban en prisión. Y con esta obra, con la que se había remontado desde el Hades, quiso también despedirse
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    Al fin, al cabo de sólo tres semanas—algo inconcebible aún hoy y para siempre—, el 14 de septiembre la obra estaba terminada. La palabra se había hecho música. Inmarchitable, florecía y resonaba lo que hasta entonces sólo era un discurso seco, descarnado. El alma inflamada había realizado el milagro de la voluntad, como en otro tiempo sobre el cuerpo paralizado el de la resurrección. Todo estaba escrito, creado, trazado, desplegado en melodía, en impulso. Sólo faltaba una palabra, la última: «Amén.»
  • Yatzel Roldánhas quoted6 days ago
    Händel alzó el candelabro y lo acercó a aquellas hojas. El Mesías, ponía en la primera página. ¡Ah, de nuevo un oratorio! Los últimos habían sido un fracaso. Pero, intranquilo como estaba, volvió la hoja y comenzó a leer.
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