Ya en Nueva York, siete años después de mi salida de Stanford, volví a enfrentarme con esta cuestión, y para capearla mejor inventé la categoría de “umigo”. La “u” de “umigo” es la misma raíz que la “u” de “utopía” o de “ucronía”. Los umigos no son exactamente iguales a los amigos comunes y corrientes; por ejemplo, saludan cuando quieren, y cuando no quieren, no. Sin embargo —y éste fue mi error en Stanford— tampoco son simples conocidos. En verdad la umistad ofrece numerosas posibilidades. Es cuestión de no confundirla con la amistad.