El idioma de los pájaros

Alguna vez, intenté comentarlo con ciertas personas. Compartir la sensación que me había dejado la desaparición, saber si alguien más tenía ese mismo agujero adentro; la misma incomodidad. Y sin embargo, fue como hablar con un muro.

Reconocer lo que habíamos perdido daba miedo y no decirlo era una forma de que no existiera.

el extraño vacío se apoderaba de todo, como una neblina que se posa sobre los caminos.

Alguna vez, intenté comentarlo con ciertas personas. Compartir la sensación que me había dejado la desaparición, saber si alguien más tenía ese mismo agujero adentro; la misma incomodidad

Así continuamos, con la vista tapada, desconociendo el vacío, mirando hacía el lugar equivocado.

en cada gesto, en cada mirada, se pronunciaba más la ausencia.

Reconocer lo que habíamos perdido daba miedo y no decirlo era una forma de que no existiera. Pero ahí estaba, acechando. Creciendo en el silencio. Materializándose de alguna forma desconocida.

En cambio, yo recordaba a Pelayo siempre. Su complicidad silenciosa, su forma de moverse en la oscuridad. Todo eso que ahora construía un abismo entre Perro y yo.

Nadie hablaba de eso, de lo irremplazable. De lo que se había perdido junto con los gatos. Quizás porque no sabíamos cómo ponerlo en palabras o porque solamente nombrarlo era escalofriante. Reconocer lo que habíamos perdido daba miedo y no decirlo era una forma de que no existiera. Pero ahí estaba, acechando. Creciendo en el silencio. Materializándose de alguna forma desconocida.

Nadie hablaba de eso, de lo irremplazable. De lo que se había perdido junto con los gatos. Quizás porque no sabíamos cómo ponerlo en palabras o porque solamente nombrarlo era escalofriante. Reconocer lo que habíamos perdido daba miedo y no decirlo era una forma de que no existiera. Pero ahí estaba, acechando. Creciendo en el silencio. Materializándose de alguna forma desconocida.