Nagori es un poco la saudade japonesa, con la diferencia de que las emociones que suscita son bien distintas. Implica una suerte de resignación, la idea de un destino que no se puede modificar. Dejamos una parte de nosotros mismos en la cosa, en el mundo, en la belleza y en el corazón del ser amado. El corazón que experimenta el nagori es generoso, por no decir animoso: no teme entregarse a esas pequeñas cosas insignificantes, no necesariamente dramáticas pero sí frágiles y delicadas, que componen nuestra vida.