La captura, gracias a uno de los geniales cepos ideados por el pregonero, de una coneja preñada, para la cual se construyó un cercado especial, cubierto con ramas, una especie de jaula de varios metros cuadrados, donde, días después, parió ocho crías que fueron las fundadoras de las interminables dinastías de aquel criadero imprevisto, que iba a asegurarles carne durante todas las estaciones y todos los años de su estancia allí