Miró el país que proliferaba tras el cristal. Ella sabía lo que había ahí, sus colores, la penuria y la opulencia, los recuerdos vagos de un tiempo menos cínico, los pueblos vaciados de hombres. Pero al contemplar la tensa calma de la noche, la oscuridad agujereada de chispas aquí y allá, imprecisamente, al sentir ese silencio mustio, se preguntó qué carajos se estaría fermentando ahí: qué crece o qué se pudre mientras uno mira en otra dirección. Qué va a aparecer, se preguntó en voz baja, jugando a que en cuanto pasaran junto a ese farol, o a ése, o a ése, descubriría qué es lo que había estado sucediendo en la sombra. Tal vez un montón de cosas nuevas y tal vez hasta algunas buenas; o tal vez no. Ni jugando se hacía muchas ilusiones.