Casi amor

Es un chico de cabello castaño con cara de «no se metan conmigo porque te pegaré hasta que veas las estrellas»

Hace un mes, tuve mi primera vez y, aquí me tienen, con un embrión en la panza

Nate. Ese del que estoy enamorada, pero nunca me he animado confesárselo.

—Mira, Emma, no me importa si todavía no puedes juntar las piezas de tu puzzle, yo se quién eres. Lo único que has hecho mal fue irte, no vuelvas a hacerlo nunca, de ahora en adelante estamos juntos.
Me sonrió.

pongo en puntillas y lo beso. Con amor, con felicidad, con melancolía, con sabor a lluvia. Lo beso por lo que me dijo y por los besos que no pude darle este mes que estuvimos separados. Lo beso porque sé que, con él, todo será mejor.

Qué haces aquí? —pregunto apenas me baja.
—Logré que me admitieran en una universidad de aquí. No podía vivir sin ti, Emma.

A veces, no son necesarias las palabras. Me busca con sus besos, que esta vez no son apasionados, sino, dulces, tiernos y suaves… Me acomodo a sus labios y le doy todo el amor que puedo con los míos.

Nos desnudamos. Nos acariciamos. Nos mordemos. Nos devoramos. Nos descontrolamos. Hacemos el amor, guiados por nuestras fantasías.

Me rompiste el corazón —admito con dificultad—. Jamás había estado con un chico antes, tengo recuerdos muy confusos de lo que hicimos esa noche, pero sé que me desperté con la ilusión de que me dijeras «te quiero» y no «perdón».
—Lo lamento… —me dice ahora, al borde del llanto—. Por favor, dime que no es tarde.
Me callo.
—Puedo hacer que me perdones, que te olvides que un día fui tan imbécil, que me vuelvas a querer…
Solo lo miro, sin dejar de llorar.
Él entiende.
—¿Hay otro?
—Sí —admito.

Juntos podríamos criar a nuestro hijo, Emma. Yo te amo, siempre te amé, pero nunca me animé a decírtelo. Ni siquiera después de esa noche que aún no me puedo quitar de la cabeza. Me mentí a mí mismo al decirte que fue un error, porque no lo fue: eres lo mejor que me pasó en la vida.