Como he mencionado en otra obra66, la muerte de Jesús es consecuente con su mensaje: invierte los valores sociales precedentes –«los primeros serán los últimos»–, eleva a los humildes, se dirige prioritariamente a los pobres y los excluidos, encumbra a los niños, a sus discípulos les lava los pies, revela lo más íntimo de sus enseñanzas a una mujer extranjera y pecadora, y muere de la manera más degradante que pueda haber, crucificado como un criminal.