Y, en tercer lugar, la obstinación con la que se establecen comparaciones con todo tipo de animales puede hacer pensar que la evolución, a excepción de nosotros mismos, sólo ha producido lastimosos seres defectuosos. Resulta curioso que la convivencia milenaria con el perro, la oveja, la vaca, la cabra, el caballo y otros compañeros no haya escarmentado a la humanidad; y eso por no hablar de nuestros parientes más cercanos, los primates.