Desde hace algunos años se habla, en el contexto del psicoanálisis, de cierta «feminización del mundo». La expresión es curiosa: retoma, por un lado, la llamada «estetización de la vida cotidiana», de la que algunos filósofos han hablado desde los 80 hasta nuestros días; pero también, por otro, agrega un matiz suplementario, referido a una cuestión de las posiciones sexuadas.
En sentido amplio, la concepción vulgar entiende esta expresión en función de una mayor disposición de las mujeres para acceder a lugares anteriormente ocupados por varones. No obstante, no podría afirmarse con certeza que esto sea algo universal, como tampoco que este acceso sea un índice de feminidad. En varios casos, no demuestra más que la aptitud masculina de algunas mujeres, su competencia para la destreza fálica.
Este libro avanza en sentido contrario. Antes que un ascenso de lo femenino a la esfera pública, determinados fenómenos sociales contemporáneos demuestran que los hombres (varones y mujeres) ya no tiene interés en continuar asociados a la potencia del falo. Esta podría ser una forma menos tonta de entender el desenlace del patriarcado. Ya no hay hombres… en el sentido tradicional de la palabra.