El narrador, un desencantado treintañero, superviviente de su propia juventud, tiene con un socio más o menos alcohólico, una pequeña agencia de publicidad y traducciones. Se ha divorciado y ha conocido a otra mujer —una modelo publicitaria de orejas, prostituta ocasional y correctora tipográfica— que le seduce precisamente por la perfección absoluta de sus orejas.En una de sus campañas publicitarias ha publicado una fotografía aparentemente sin importancia: un rebaño de ovejas con un idílico fondo de montañas nevadas, y entre ellas, un carnero. Pero esta imagen banal pondrá al protagonista en el punto de mira de un poderosísimo grupo industrial, verdadero imperio económico y también político. El emblema de ese grupo es precisamente el carnero de la imagen, pero éste es un animal que no puede aparecer en ninguna fotografía tomada de la realidad, porque no existe.Y a partir de aquí, el narrador, acompañado por su amante, se verá lanzado a una ardua investigación, digna de las mejores novelas policíacas americanas: antes de un mes debe encontrar el lugar donde fue hecha la fotografía y el animal que aparece en ella. Si no lo hace no sólo llevarán a la ruina a su pequeña agencia; también le convertirán en un paria en su propia sociedad. El grupo del carnero es lo bastante poderoso como para poder aniquilarle económica y socialmente.Y corresponde al lector internarse, junto con los protagonistas de la fascinante novela de Murakami, en esta contemporánea búsqueda de un Grial nada santo, el carnero mítico que, cuando es mirado por alguien a quien él elige, posee al desprevenido espectador, convirtiéndole en su morada y su instrumento. Un carnero que —dice la leyenda— se apoderó de Gengis Khan y que tal vez no sea más que la encarnación del poder absoluto.