Abrazar lo inabrazable

«Existen sonidos que nunca has oído, olores que nunca has olido, visiones que nunca has visto, pensamientos que nunca has tenido. El mundo está asombrosamente lleno de potencial para abrirse cada vez más y más, para experimentarlo de forma cada vez más amplia»

payu. Esta palabra tibetana puede traducirse como «discernimiento», «atención», «conciencia» o «atención». Cuando entendemos que todo lo que hacemos, decimos e incluso pensamos tiene repercusiones, nos sentimos inspirados para mantener nuestro payu lo mejor posible.

Cuando fracasamos –en otras palabras, cuando las cosas no salen como queremos–, sentimos nuestra vulnerabilidad de una manera cruda y poderosa.

Pero la próxima vez que oyes su nombre, incluso cinco años más tarde, te irritas de nuevo, y otra vez refuerzas esa propensión. Sea cual sea tu reacción, esta siembra más semillas en tu mente, que darán más fruto en el futuro, y así sucesivamente.

nuestro inconsciente que, con el paso del tiempo, darán fruto cuando se reúnan las condiciones adecuadas.

¿de dónde vienen las palabras y las acciones? El origen de todas ellas está en nuestra mente.

Visto desde esta óptica, nuestra pregunta se reduce a: «¿Qué despierta mi corazón y qué bloquea ese proceso?».

¿Estoy cronificando un viejo hábito? ¿Estoy fortaleciendo las propensiones que me gustaría debilitar?

Cuando nos preguntamos: «¿Importa?», primero podemos ver los resultados externos, más evidentes, de nuestras acciones.

Tras haber comprendido que nuestro sufrimiento tiene su origen en la confusión en nuestra mente