Triunfo de los santos de Pedro de Morales se concibió como parte de los grandes festejos que se celebraron en México el 2 de noviembre de 1578, con motivo de la llegada a la Catedral de unas reliquias procedentes de Roma.
El argumento de la obra responde a un tema clásico del teatro jesuítico en toda España: las persecuciones que sufrieron los cristianos y el triunfo final de la Iglesia.
Siguiendo el hilo habitual de la acción, se exponen al comienzo de la obra los motivos que impulsan al Emperador Diocleciano a acabar con los cristianos. A continuación se narra la persecución y martirio de éstos. Y finalmente se refiere la conversión de Constantino al cristianismo, tras la muerte de su antecesor.
Un tema, en definitiva, muy cultivado por la literatura religiosa y en cuyo tratamiento apenas encontramos desviaciones con respecto a piezas de la misma temática elaboradas en toda Europa.
El carácter innovador del Triunfo de los santos se aprecia en el aspecto formal. Pedro de Morales distribuye la pieza en cinco actos y la estructura tripartita, compuesta por introito, obra y canción, evidencian un claro influjo del drama italiano de la primera mitad del XVI. Morales se revela como un profundo conocedor de la «vanguardia» literaria del momento.
La abundancia de versos endecasílabos y de combinaciones italianizantes, junto a los ecos de Garcilaso colocan a la tragedia en un lugar destacado dentro de las nuevas corrientes poéticas de la época en lengua castellana. Cabe agregar que se trata de algo inusual en un momento en que Hispanoamérica solía recibir con retraso todo lo que llegaba de Europa.