recién nacido no tiene palabras, pero tiene la facultad del lenguaje que le permite participar corporalmente en la construcción de sistemas de comunicación madre-hijo. Además de proporcionar los alimentos biológicos, una madre disponible psíquicamente le habla a su bebé como si él comprendiera, lo acaricia verbalmente con entonaciones lentas como para consagrarle más tiempo, lo envuelve con el lienzo de baby talk creando vínculos comunicativos mediante la música de la voz, le susurra arrullos con voz suave para crear intimidad, lo acaricia haciéndole vivir primas de placer por medio de cuidados corporales, crea y respeta ritmos alimentarios, de presencia / ausencia, de sueño / vigilia, le hace escuchar y saborear psíquicamente los ritmos culturales de nanas y cantos de cuna. Éstas y muchas más prácticas a disposición de la madre, del padre y demás personas que se ocupan del pequeñito, producen experiencias de satisfacción vividas en situaciones relacionales. El bebé no permanece inactivo psíquicamente
durante todos estos encuentros, él tiene la capacidad, gracias a la facultad de lenguaje, de ligar todos estos efectos a la persona o personas que se ocupan de él. El resultado mental de esta operación de síntesis psíquica es la construcción simbólica del otro.