El Manual y sus editores –quebrando el silencio que solía predominar en torno a los procesos de racialización y subalternización vigentes– apelaban explícitamente a esas clasificaciones raciales, pero para combatir la jerarquización. Por un lado, las nombraban, volviendo evidente su presencia, su existencia. Por otro lado, nombraban esa alteridad, pero para proponer su integración. El Manual fue así uno de los pocos discursos que realizaron abiertamente una interpelación en términos raciales.