¿Por qué no? ¡Cuánto peligro encerrado en una pregunta, en apariencia, tan trivial e inocente! ¿Por qué no podría un globero convertirse en triatleta de acero?
El protagonista, un aspirante a triatleta en plena catarsis interior, globero empedernido en cuerpo y alma, y sin aparente solución, se enfrenta, sin perder el norte, la honra y el sentido del humor, a sus miedos y limitaciones en una interminable sucesión de hilarantes aventuras y desventuras librando cuantos obstáculos, retos y piedras (muchas de ellas literales en lo físico) se encuentra en el camino iniciado. Siguiendo unas enseñanzas ratoniles y los designios de su entrenador –el único que pone cordura en esta alocada lucha metamórfica que sufre el esforzado aspirante-, se propone alcanzar la mayor de las gestas triatléticas: forjarse una coraza de acero y saborear la dulce miel de completar un Iron Man.
Una historia deportiva, pero también de superación y crecimiento personal, atiborrada de kilos de ironía. Considerarse capaz, ¡he ahí la terapia primordial para sacar todo lo que esconden las voluntades! Adelante. Mirar para atrás no es una opción pues, además de provocar tortícolis, te impide ver lo que tienes delante. Ríete de ti mismo si hace falta, pero no permitas que la vergüenza o los temores adocenados que anquilosan tu instinto de supervivencia te incapaciten para luchar a brazo partido por tus sueños y tus anhelos. Ya se sabe que la fe mueve montañas –aunque las mueva mejor una retroexcavadora-, porque como dijo Gandhi: «La fuerza no viene de una capacidad física, sino de una voluntad indomable».
Consejo de maridaje: a ser posible, léase esta “historia de un IM-posible” con el ánimo dispuesto a la sonrisa y una buena cerveza fría a mano.