Las lágrimas me resbalan de los ojos y me bajan por las mejillas hinchadas, que me duelen de tanto reír, y las aprieto con las manos para parar. Se me ocurre pensar en lo cercanas que están la alegría y la pena. Tan estrechamente ligadas, separadas por una línea muy fina, una divisoria como un hilo que en medio de las emociones tiembla, desdibujando el lindero entre territorios opuestos