Yoko Ogawa

Venganza

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  • Andrea Hernández Máfarahas quoted16 days ago
    No había nada particularmente interesante en el estilo. Tampoco en los personajes ni en el contexto en que se desarrollaba la historia. No obstante, tenía cierto mérito: se leía como quien experimenta la caricia de una brisa fresca.
  • Andrea Hernández Máfarahas quoted17 days ago
    Imaginé que lo sostenía en las manos, que lo envolvía con ellas, y que estas se contagiaban de su humedad, que bastaría una leve acción de mis dedos para rasgar la membrana del pericardio y acariciar así, sin mediación, el palpitante músculo miocardio, asustadizo al reptar sobre él mis dedos, que trazarían una línea curva y recorrerían cada saliente y explorarían cada concavidad. Con mis labios ávidos besaría esos vasos sanguíneos y percibiría el rítmico flujo de la sangre. Me bastaría con apretar los labios para cortar aquellos blandos vasos, y una cascada de intensas sensaciones se desbordaría sobre mí, incitándome a presionar con más fuerza aún, para retenerla y evitar que se desvaneciera, aquella masa caliente atrapada en la jaula formada por mis manos.
  • Liliana M.has quoted8 months ago
    obtuvo una mención honorífica en uno de esos galardones dirigidos a nuevos talentos de las letras; lo leí en un breve artículo periodístico y me hice con un ejemplar de la novela en cuestión. No supe bien qué opinar de la historia que contaba, aparte de que era de lo más extraña. Trataba de una anciana que alquilaba apartamentos y cultivaba zanahorias en un pequeño huerto adjunto al edificio del que era propietaria. Al parecer en el huerto empezaron a surgir zanahorias con forma de mano, incluidos los cinco dedos, hasta que, finalmente, aparecieron los restos óseos de su marido fallecido con las manos amputadas.
  • Liliana M.has quoted8 months ago
    La propietaria del huerto y de todo el edificio era una anciana viuda que vivía sola en uno de los apartamentos y a la que se conocía con el sobrenombre de J.
  • Liliana M.has quoted8 months ago
    Debido a la experiencia de perder a mi hijo yo había desarrollado la capacidad de interpretar las expresiones de las personas, y supe enseguida que aquella mujer era sincera.
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