La crítica de cine fue para el novelista Vicente Molina Foix el «primer amor literario». En aquel entonces — Molina Foix publicó sus primeras reseñas cinematográficas a los 17 años — las páginas de la revista Film Ideal sirvieron de lugar de encuentro a numerosos escritores, y entre ellos muchos de sus futuros compañeros del grupo Novísimo.
Era un tiempo en el que aún se combatía en defensa de los absolutos, y frente a la cerrada lectura contenidista y politicante del arte, aquellos «jóvenes turcos aspirantes un dia a la poesía y el siguiente a la dirección de filmes» reivindicaban la forma como único fondo de una emancipación estética del cine.
Simultaneándola con sus obras de creación en la novela, el teatro y la poesia, Molina Foix aún se considera hoy, cuando escribe de cine, un crítico formalista, entendiendo por tal, según él mismo explica en su introducción, parafraseando a Gombrowicz, aquél que busca en las películas o los libros la expresión subrayada de una forma que necesita hacerse ver para ser debidamente sentida.
Y en este libro, que recoge una selección abundante de las críticas que ha ido publicando en los últimos años en la revista Fotogramas, se pueden encontrar, junto a su irónica visión de cierto cine español de tazón, comentarios sobre el vigente género de terror, los jóvenes cineastas norteamericanos, el western, las últimas figuras del cine europeo o la eclosión de la cinematografía china, entrando en su consideración una vasta nómina de realizadores internacionales, desde David Lynch y Almodóvar a Fellini y Kurosawa.
«Único guía posible por el laberinto caótico del cine (…) fiel amigo del cine y a la vez del espectador.» Así califica la labor crítica de Molina Foix un ilustre predecesor en los amores compartidos de la novela y el cine, Guillermo Cabrera Infante. «Crítico intelectual que se presenta como un sensualista desordenado o como un cerebral dominado por el imperio de los sentidos», para Molina Foix — escribe Cabrera Infante en su magistral prólogo — la crítica cinematográfica es la «expresión escrita de un voyeur excepcional: aquél para quien la pantalla es el ojo de una cerradura que abre apenas la puerta a una habitación infinita poblada de maravillas».
Cabrera Infante defiende la idea de que, ya que «toda crítica no es más que literatura», las mejores vendrán de quienes, al escribir de cine, lo hagan con las armas de la inspiración y el estilo. Y en la estela de los grandes escritores ocasionales críticos de cine — Graham Greene, James Agee, Borges, Francisco Ayala, y muy especialmente el propio Cabrera Infante — este último sitúa el ameno e incisivo libro de Vicente Molina Foix.