Si los libros clásicos del siglo XIX protagonizados por niños (La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson; Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain; Capitanes intrépidos, de Rudyard Kipling) nos llevan desde el hogar hacia una serie de aventuras que van de mal (el hogar) en peor (el peligro) hasta que se encuentran una solución y una forma de rescate, los libros protagonizados por niñas (Rebeca de la granja Sol, de Kate Douglas Wiggin; Pollyanna, de Eleanor H. Porter; Heidi, de Johanna Spyri) empiezan en el hogar y allí se quedan; además, suelen insinuar una historia de fondo tan inquietante que solo se elabora de forma parcial. Lo sentimental y lo doméstico reinan sobre todo lo demás y expulsan los elementos oscuros y siniestros