Por desgracia, la filantropía y la genialidad no van de la mano.
El genio es obsesivo y egoísta y puede llegar a ser cruel, quizá involuntariamente cruel, como lo fue Picasso con sus amantes o Einstein con su familia.
El filántropo anda tan ocupado resolviendo los problemas del mundo, que no tiene el tiempo necesario para ser sabio, ni el narcisismo suficiente para ser genio.
Pero a veces, por azar o por necesidad, por caprichos del destino o por dictados divinos, surge un hombre que puede ser genio y filántropo a la vez, como Manuel Carvajal Sinisterra.
Demostrar que esta afirmación es una observación exacta, no la hipérbole de un biógrafo obsecuente, es el fin de las siguientes páginas.